¡Oh Yulisia de mi alma obscena!
es tu lengua entre las mieles
y de qué mieles hablo,
de la miel ámbar como el sarro
cuando veo a mi polla hundirse
lúbrica, mal sana y ahí se pierda
en tu sucia y negra boca.
Busca juguetona, las húmedas
cosquillas que guarda tu saliva,
segregan para mí tus húmedos labios
como dos blandos pétalos
hilos de baba y, guturales los sonidos,
¿Qué somos si no dos seres unidos?
¿Cómo pude hallar en la esquina de mugre
una perla igual?
más no seas rácana y trabaja bien,
vaciaré mi semen cómo vacío mis bolsillos
¡ Oh Yulisia, por ti perderé hasta el último sueño!
¡Oh querida Yulisia! receptáculo del vicio,
abre bien los ojos, ¡qué bien los quiero ver!
pues son los ojos las ventanas del alma
y qué mejor que en ellos depositar mi esperma.
Todavía no se despuntó el día
y dio curso al recurso de mis ojeras,
todavía no he terminado de satisfacer
el instinto de esta indecorosa esquina.
Llevo en los ojos grabados el amanecer,
termina ¡oh Yulisia! antes de que nos ilumine
su mirada acusatoria.
Nunca fue tarde para encontrar amor
pero, si se me hará tarde en la noche de tu boca,
cueva profunda donde entierro lo que me sobra.
¡Oh Yulisia aun siento al cuervo dentro de la entraña!
¡Cuántas noches rotas bajo la cándida luna!
Al fin desemboca como un río de lava
el amor en tan oscura gruta
y solos volvemos, ¡Oh Yulisia!
al seno inmundo de dónde nacemos.
Irineo Leonel