Entre dientes de metal y vapores inusuales de cerebros cocidos reptan las sombras como culebras naturales de esta cloaca infecta y fétida: ¡Bella criatura perdida en el último agujero de la ciudad! Veo en tu rostro esa muerte lenta que el tiempo talla en cada arruga como el ojo delicado de un corazón otoñal. Aun palpitan viejas ilusiones en tus ojos negros como la noche, un aroma lejano de flor seca o el nimio recuerdo de lo que fuiste: ¡Tú devoradora de ausencias! ¡Vorágine de esta alma idiota!
Irineo Leonel