Cuando me dijiste la verdad
tus ojos se llenaron de lágrimas.
Lágrimas conscientes una a una
del dolor de antes, el de ahora
y el de mañana.
Porque tenías que desprenderte,
de eso que arrastrabas
como un antiguo preso,
con bola atada, tus cadenas
que estaban invisibles al resto.
Y tú, querías portarla
en tu fuerte alma.
Pero es la hora de desprenderse
del peso sobrante.
Pudiendo andar libre
contigo y tu pensamiento.
Sin más carga que tu conciencia,
que durante años estuvo compartida
de ti y del resto : desperfectos y huidas.
Capea